Unir nuestra mente con las computadoras

Las interfaces cerebro-máquina tiene algunos años en investigación. Los datos que generen ya son un tema de preocupación.

Las declaraciones de Elon Musk que advierten sobre cómo podría amenazar a la misma humanidad son bastante conocidas en la comunidad de innovadores. Elon Musk considera que la Inteligencia Artificial  puede hacer que los humanos quedemos relegados en el papel de gatos domésticos. Con esto en mente, el emprendedor e innovador sudafricano fundó la startup Neuralink, cuyo objetivo es investigar cómo los seres humanos podríamos conectar nuestra cerebro a las computadoras. Hasta el momento, esta es una idea que ha producido buenos relatos de ciencia ficción -como los Borgs de Star Trek o San Junípero, de Black Mirror-, pero ninguna tecnología que pueda comercializarse en masa.

Las interfaces cerebro-máquina tiene algunos años en investigación. BrainGate es uno de los grupos de investigación que más avances han obtenido sobre este tema. Este equipo de la Universidad de Brown ha desarrollado y probado dispositivos médicos con el objetivo de restaurar la comunicación, movilidad e independencia de las personas que han sufrido enfermedades neurológicas como parálisis cerebral o estado de coma. 

Estas tecnologías representan un salto cualitativo en la comunicación humano-máquina. Sin embargo, aún conllevan altos riesgos, como el peligro de infección debido a la operación necesaria para instalar el dispositivo. Con esto en mente, Musk ha decidido desde 2017 apoyar la investigación de métodos menos invasivos a través de Neuralink, aunque no había dado a conocer los objetivos de la empresa hasta este año.

Elon Musk presentó recientemente su nuevo proyecto.

El fundador de PayPal Elon Musk no es el único que ha estado interesado en el desarrollo de las llamadas interfaces cerebro-máquina. La compañía fundada por Mark Zuckerberg también ha invertido en la investigación de esta tecnología para lograr que esta interprete la actividad neuronal y la traduzca en palabras en tiempo real. 

Otras compañías han trabajo en el desarrollo de esta tecnología para propósitos éticos, como son Kernel, Emotiv, and Neurosky.  Los avances son significativos y han empezado a cambiar las vidas de las personas: En los útimos años, los pacientes con parálisis cerebral han recibido implantes que les ha permitido mover el puntero de la computadora o controlar brazos robóticos.

Nuevos derechos para nuestros cerebros

Estas son tecnologías muy recientes, pero los especialistas se adelanten a los problemas éticos que puedan surgir. ¿Dónde establecemos hasta dónde somos nostros mismos y en qué momento comienza la actividad de una máquina? Estas preocupaciones han llevado a hablar sobre la “jurisprudencia de la mente”. 

En América Latina, Chile es el país pionero en este tema. El neurocientífico Rafael Yuste ha promovido que los legisladores voten en noviembre una reforma que permita la protección de la información en el cerebro como un derecho humano.

En Europa, el investigado de ETH Zurich Marcello Ienca ha impulsado para que la legislación del bloque económico se mueve hacia la misma dirección. Este investigador presentó un artículo en el que destacó cuatro principios básicos para la era de la neurotecnología

“Estoy muy preocupado por la comercialización de los datos del cerebro en el mercado consumidor”,

Marcello Ienca, investigador neuroeticista de ETH Zurich

Ienca recientemente confesó para Vox sus preocupaciones sobre estas tecnologías, como es el uso que podría dársele a los datos de nuestro cerebro. “No hablo sobre un futuro tecnológico lejano. Ya existe neurotecnología para el consumidor, con personas que comercian con los datos de sus cerebros para servicios de tecnologías privadas”. 

Entre los usos comerciales que existen en la actualidad, Ienca ha mencionado el neurogaming, donde controlas los movimientos de un videojuego con la actividad de tu cerebro en lugar de un control tradicional. También existen dispositivos wearables que monitorean las actividades del sueño. “Estoy tentado en llamarle neurocapitalismo”, dice Ienca.

Ienca propone nuevos derechos humanos para adelantarse al uso que pueda tener esta tecnología y proteger de esta manera la privacidad de las personas.

Los nuevos derechos para el cerebro

  1. El derecho de la libertad cognitiva

    Debes tener el derecho de decidir libremente cuándo quieres utilizar una neurotecnología determinada o cuándo negarte a utilizarla.

    Ienca ofrece dos escenarios actuales en que las personas podrían sentirse presionadas para utilizar neurotecnología.En China, el gobierno prueba gorros que escanenan la actividad cerebral para identificar depresión, ansiedad, ira o fatiga. En este caso, si un empleador desea monitorear tu capacidad de atención con esta tecnología, esto podría representar una violación a este principio aunque te digan que es opcional, por la presión social para utilizarlo.
  2. El derecho a la privacidad mental

    Debes tener el derecho de aislar los datos de tu cerebro o de compartirlos públicamente.

    Ienca se adelanta a la posibildad de que esta tecnología pueda ser utilizada para interregotarios o investigaciones. En un mundo donde las autoridades pueden meterse en tu mente sin tu consentimiento, los principios contra la autoincriminación o de mantenerse en silencio no tienen sentido.

  3. El derecho a la integridad mental

    Debes tener el derecho a no ser dañado física o mentalmente por la neurotecnología.

    Ienca se adelanta a la posibilidad de utilizar interfaces computadora-cerebro que tengan un modo de “escritura” y que permitan -en teoría- controlar nuestra mente o hacer lavados de cerebro, como podrían ser autoridades religiosas que quieran adoctrinar a los fieles, o regímenes políticos que persiguen a los disidentes.

    Estos son escenarios hipotéticos, aunque Ienca señala la posibilidad se ha demostrado en estudios de pruebas de concepto.

  4. El derecho a la continuidad psicológica

    Debes tener el derecho a protegerte de alteraciones que afecten tu sentido de identidad y que no autorizaste.

    Una compañía le dio a una mujer epiléptica un dispositivo que le hizo sentir ser parte de una simbiosis radical. Sin embargo, la compañía quebró y forzaron a la mujer a quitarse el transparte, lo que hizo que la mujer sintiera que “se había perdido a sí misma.

    Para Ienca, este ejemplo muestra que la continuidad psicológica puede ser perturbada no solo con la utilización de esta tecnología, sino también con la remoción de los dispositivos.