La independencia del ciberespacio está en peligro

Con la irrupción del COVID-19, los gobiernos han hecho nuevas propuestas para controlar Internet y sus interacciones.

En los últimos años, los gobiernos han buscado maneras de controlar la información que circula en línea. Con el surgimiendo del COVID-19, surgen nuevas propuestas para controlar Internet y vigilar las interacciones en el ciberespacio.

En 1996, John Perry Barlow declaró la independencia del ciberspacio. En su manifiesto, despotricó contra los gobiernos del “mundo industrial’’ y su manía por controlar cada aspecto de la vida de los ciudadanos. 

Barlow presentó al ciberespacio como un lugar donde las fronteras han sido borradas y donde las comunicaciones suceden en todos lados y en ningún lado al mismo tiempo; en donde todos podían expresar sus ideas sin miedo a ser cohercionados o silenciados.

Esa visión del Internet predominó en los 90, cuando la World Wide Web, el protocolo desarrollado por Tim Berners-Lee, permitió que esta tecnología pudiera ser accesible a más personas y, así, se expandiera velozmente por el mundo.

En esos años, Internet era visto por la mayoría de las personas y gobiernos del mundo como una herramienta que permitiría crear una comunidad virtual global, donde  todas las personas compartirían libremente sus ideas y conocimiento. En cambio, no todos previeron que se trataba de una tecnología disruptiva con el potencial de transformar, no solo la economía global, sino también la relaciones humanas.

En cuanto los gobiernos se dieron cuenta de cómo las comunidades en línea podían impulsar movimientos cuestionadores del status quo, como sucedió durante las primaveras árabes, decidieron meter las manos.

Ahora, la independencia del ciberespacio está en peligro.

Ciberespacio: el paraíso perdido

El ciberespacio anárquico, libre y etéreo que describió Barlow hace 25 años parece hoy en día una carta a Santa Clos. Los gobiernos de todo el mundo han desarrollado una gran variedad de estrategias para controlar las comunicaciones en la red. Ahora cuentan con cortafuegos que evitan el acceso a sitios con información incómoda, tienen la capacidad de tumbar los servicios de telecomunicaciones en momentos de conflicto político, o utilizan leyes que convierten a la web en un panóptico posmoderno donde todas las interacciones son monitoreadas.

En los últimos 30 años, Internet pasó de ser un jardín epicúreano donde cada individuo comparte su conocimiento o punto de vista de manera libre y, si lo desea, anónima, a un campo de concentración hobbsiano donde en cada sitio debes presentar tu ID para acceder.

La irrupción del Covid-19 ha hecho aún más evidente esta transformación del ciberespacio, que podría acelerarse en los próximos años. En Corea del Sur, el gobierno utilizó las rutas registradas por los dispositivos móviles de los individuos infectados para identificar otros probables infectados, una medida que en Silicon Valley planean imitar. Facebook ha aumentado su esfuerzo por limitar la difusión de lo que considera noticias falsas.

Y recientemente, China ha propuesto transformar radicalmente la estructura de Internet.

Una nueva IP para el mundo

La forma en que Internet se organiza debe ser replanteada y, tanto gobiernos como especialistas, están de acuerdo con esto. Los motivos no son solo políticos, sino también técnicos. El modelo TCP/IP tiene sus desventajas, y tiene problemas para describir las nuevas tecnologías que empiezan a formar parte de la red.

La estructura adoptada en 1983 para el Internet presenta limitaciones para las ambiciones de la tecnología actual. La infraestructura actual es idónea para el envío masivo de mensajes de texto, audio y video, pero se vuelve poco confiable para tareas que pronto podrían dejar de ser ciencia ficción, como son el despliegue de hologramas u operaciones quirúrgicas realizadas con telepresencia.

Estas limitaciones llevó a un grupo de ingenieros chinos a presentar en marzo de 2020, ante más de cuarenta naciones de la ONU, una propuesta para un Nuevo IP (protocolo de Internet), desarrollado principalmente por Huawei.

Aunque la propuesta ha llamado la atención de gobiernos como Irán, Arabia Saudita o Rusia, ha hecho levantar las cejas de Estados Unidos, Reino Unido y de la Unión Europea. Colaboradores del Financial Times entrevistaron a algunos especialistas de estos países que consideran que la estructura propuesta por China va en contra de la idea misma de Internet, pensada como una red pública entre conexiones privadas.

Desde hace años atrás, China ha promovido una visión distinta de Internet. En 2014, intentó que los asistentes de la World Internet Conference —organizada por este país— firmaran una declaración sobre Internet que algunos medios calificaron de “ridícula”.

El gobierno chino también ha defendido en múltiples ocasiones su concepto de “cibersoberanía”. Es decir, el derecho que tiene cada gobierno de controlar la información que se transmite por Internet.

El control de la información no ha sido un trabajo sencillo para China. Aunque desde hace varios años el llamado Great Firewall (el Gran Cortafuegos Chino) impide a sus ciudadanos conectarse con páginas occidentales como son Twitter o Facebook, esta barrera está muy lejos de ser efectiva. Con un VPN puede burlarse muy fácilmente.

Alissa Cooper, del Internet Engineering Task Force (IETF), comentó en el Financial Times que la nueva propuesta de IP de China es exactamente lo que Internet evita ser. Y según un miembro de la delagación británica de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT), la propuesta le da a los operadores de telecomunicaciones —que en China pertenecen al Estado— demasiado control.

¿Es el Internet occidental más libre?

Si bien, tanto medios como gobiernos occidentales pueden acusar con razón a China de ir en contra de las libertades que prometía Internet, lo cierto es que el modelo actual también ha estado lejos de cumplir estas promesas.

Los gobiernos cada vez tienen más injerencia en el ciberespacio, mientras que un grupo de corporaciones norteamericanas —Google, Apple, Facebook y Amazon— han logrado centralizar la red de redes.

En la actualidad, los habitantes del ciberespacio solo pueden escoger entre el control estatal o el control de las corporaciones. Y en ocasiones, ambos van de la mano, como se ha visto en Rusia cuando Facebook fue obligado por el gobierno a bloquear a uno de sus principales críticos, o en Estados Unidos con el libre acceso que tiene la National Security Agency (NSA) a información de usuarios de Google, Facebook y Apple.

Cada Estado tiene su propio estilo cuando se trata de controlar las interacciones que las personas tienen a diario en el ciberespacio. En las críticas sobre la propuesta de China para transformar el Internet, el discurso de la defensa de la libertad es mera retórica. La pugna en realidad es sobre quién tendrá el poder de las tecnología del futuro.

Y el miedo ha sido una forma efectiva para que cada vez más personas acepten estas formas de control.

Por tu seguridad, dame tus datos

A raíz de los ataques terroristas del 9 de septiembre de 2001, el gobierno de George W. Bush firmó la llamada Ley Patriótica que, entre otras cosas, permitió que los centros de inteligencia de ese país pudieran utilizar las nuevas tecnologías para mantener en constante vigilancia a la población.

La puerta esta abierta en la ley, pero el Internet como una herramienta de espionaje sonaba a un relato paranoico hasta que las filtraciones de Edward Snowden revelaron cómo la NSA monitoreaba las comunicaciones en línea.

Edward Snowden, quien reveló el espionaje masivo de la NSA, continúa en el exilio.

Los gobiernos y las empresas involucradas en estas actividades han estado lejos de sufrir alguna consecuencia. Al contrario, Snowden aún se encuentra exiliado en Rusia, mientras que, con la excusa de la seguridad nacional, el Internet se fragmenta en nodos cada vez más vigilados.

En la actualidad, el cifrado de la información y el uso de VPN todavía permiten burlar esta vigilancia. De ahí que genere suspicacia las advertencias que especialistas en seguridad de Estados Unidos y Reino Unido hicieron recientemente sobre el uso de software de VPN al trabajar en casa. Por la mismas razones, Google y Apple borraron aplicaciones de VPN de su tienda.

La hipervigilancia planea dar un nuevo paso con el pretexto de la pandemia provocada por el coronavirus. Las grandes empresas de Silicon Valley se han asociado para desarrollar aplicaciones que permitan identificar con quién han estado en contacto los infectados, similar a las medidas que tomó Corea del Sur.

Aunque estas compañías han afirmado que no permitirán que esta tecnología se utilice para crear una base de datos para el gobierno, en el pasado hay referentes suficientes para desconfiar. A pesar de la negativa de Apple a colaborar, el FBI logró desbloquear a la fuerza un dispositivo de la compañía sacando ventaja de una vulnerabilidad; Facebook facilitó información sensible de sus usuarios en el caso de Cambridge Analytica; las bases de datos en la nube son vulneradas constantemente.

Aún cuando la tecnología de geolocalización se utiliza con las mejores intenciones de ayudar en una crisis sanitaria, este proyecto evidencia que incluso las rutas diarias de las personas y con quienes entran en contacto pueden ser rastreados gracias a datos que se entregan de manera consciente o inconsciente a grandes empresas de tecnología.

El ciberespacio está por perder su breve independencia. Confinadas en sus casas, ¿qué otro lugar tendrá la gente para relacionarse libremente?