En 2013, el columnista de The Economist Adrian Wooldridge, ahora editor del semanario, predijo que los magnates de las big techs serían tan odiados como los banqueros y los petroleros. Estos pasarían de ser vistos como geeks que se hicieron ricos, a ser ricos que resulta que también son geeks.
Durante las manifestaciones a raíz de la crisis económica de 2009, los manifestantes de Occupy Wall Street fueron indulgentes con los millonarios de Silicon Valley. Sin embargo, se han convertido en parte del odio público en los últimos años.
Hace siete años, el actual editor en jefe de The Economist describió el caldo de cultivo para este cambio de opinión. Los directores ejecutivos de las Big Techs se habían protegido con éxito tanto de las autoridades fiscales como de sus accionistas, teniendo un gran porcentaje dentro de las acciones de su empresa.
Asimismo, estos geeks se comportaron como los capitalistas más agresivos, formando oligopolios en sectores como los sistemas operativos de los teléfonos inteligentes (dominados por Google y Apple), o reduciendo al máximo todo tipo de gastos, con mano de obra reducida y contratando su fabricación por outsourcing.
“Los magnates de la tecnología han mostrado un entusiasmo similar al de los banqueros por absorber los subsidios públicos y luego evitar los impuestos”.
A. Wooldridge, The Economist
En ese año, los millonarios de las Big Techs comenzaron a comprar medios y gastar en cabildeo en Washington. En la actualidad tienen un control casi total de la información que circula en las redes sociales, con capacidad para evitar que determinadas noticias se vuelvan virales, y su gasto en cabildeo asciende a 54 mil millones de dólares mientras el gobierno de Estados Unidos comienza a investigarlos por prácticas monopólicas.
Este cambio de imagen se llamó “techlash”. Wooldridge previó que en 2014 el público empezaría a exigir lo poco que estos millonarios devuelven a la sociedad y se rebelaría contra ellos.
Esta debacle no sucedió, pero las preocupaciones sobre la privacidad y su poder económico van en aumento. Y aunque los gigantes de la tecnología todavía tienen una buena reputación, la gente está cada vez más preocupada por su control, lo que puede conducir a cambios en la legislación que limitan su influencia, como sugieren los resultados de una encuesta realizada por Brunswick Group.
Mientras que el 65% de los encuestados por Brunswick en Europa y Estados Unidos creen que las empresas de tecnología han actuado con buena fealdad durante la pandemia, tres de cada cuatro encuestados creen que los gobiernos deberían regular estas empresas de forma más activa.
Las grandes empresas de tecnología han sido las principales beneficiarias durante la pandemia y esta tendencia puede continuar en los próximos meses. Paradójicamente, este éxito puede ser su ruina en un futuro próximo.